Si tu tarifa negociada de hotel no incluye el desayuno, probablemente te enfrentes a una difícil decisión cada vez que reservas una habitación. ¿Pago el extra del hotel para poder desayunar en él?
Muchos son los que afirman que el desayuno es la comida más importante del día, porque estimula el metabolismo, la productividad y la salud.
Por otro lado, algunos buffets ofrecen más calorías de las que es posible quemar en una sesión de gimnasia. Para mí, tanto desayunar en el hotel como hacerlo fuera tienen sus ventajas.
He aquí mi listado de razones a favor y en contra para que reflexiones mientras te tomas una taza de café o té en la habitación de tu hotel.
Seguridad. Como decía Holly, el personaje interpretado por Audrey Hepburn en la película Desayuno con diamantes, “allí no puede ocurrir nada malo”. Los hoteles son refugios seguros donde puedes disfrutar tu comida sin preocuparte de nada, incluso si dejas tu móvil sobre la mesa mientras te vas a por más zumo de naranja. Si viajas a un destino conflictivo, quedarse a desayunar en el hotel puede ser una buena idea.
Higiene. Este punto está estrechamente relacionado con el anterior. Es poco probable intoxicarse comiendo en un hotel, así que si no tienes un estómago a prueba de bombas, será mejor que vayas con cuidado y evites las tascas locales.
Comodidad. Como te sirven el desayuno en el mismo lugar en el que estás alojado, no tendrás necesidad de llevarte tu abrigo, móvil y bolso para tomar un café con leche y una tostada. Puedes coger la llave de la puerta, bajar y ya está. Tampoco tendrás necesidad de conseguir dinero en la moneda del país o preocuparte por si aceptan tu tarjeta de pago. Además, tendrás menos recibos que conservar y menos campos que rellenar al hacer tu nota de gastos.
Gula. Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo. O eso dicen. Ya tienes una excusa para apilar toda la comida que quieras en tu plato y sin pagar más por ello.
Sabor. Algunos hoteles tienen desayunos espectaculares, pero otros dejan bastante que desear. A veces los huevos revueltos parecen bayetas de cocina y los platos calientes no están tan calientes cuando llegan a la mesa.
Cultura. Viajar es abrir la mente y descubrir otras culturas. Una buena manera de hacerlo es mezclarse con los lugareños para disfrutar de unos buenos fideos en Bangkok o un sabroso café en Roma. En un hotel no podrás vivir esas experiencias.
Precio. Si lo único que quieres es un café y un bocado por las mañanas seguro que puedes encontrar buenas alternativas por la mitad de precio o menos que un hotel.
Elección. Si te quedas varios días en un destino, podrás degustar distintos manjares y descubrir distintas partes de la ciudad cada día.
¿Qué prefieres tú?
Autor: Julian Walker, responsable de Comunicación Exterior y RR.PP. de CWT